jueves, 5 de diciembre de 2019

Corona para Ntra. Sra. de los Ángeles - Hdad. de los Negritos de Sevilla


Una corona para la Madre de Dios





Para el particular estilo del conjunto de enseres que rodea a la Dolorosa de la antigua Hermandad de Negros de Sevilla hemos buceado en la ornamentación de la estética clásica bizantina, estilo de marcado carácter oriental con influencias persas que desde la corte de Constantinopla se irradió al resto de la cristiandad en los primeros siglos de la nueva religión oficial del estado bizantino.

Desde ese tiempo tan cercano a los cruciales acontecimientos que marcaron nuestra fe ya se tiene constancia de la elevación de la figura de la Madre del Salvador, sobre todo en la religiosidad popular como ha seguido sucediendo después, a Madre de Dios y Reina del pueblo cristiano. Podemos decir que la costumbre de coronar a María, que se inició a partir de la edad media y se popularizó a mediados del siglo XVI con la inestimable labor de la orden capuchina, tiene sus orígenes en esa iglesia oriental, donde aparece por primera vez la palabra Theotocos o en vocativo Theotoke (Madre de Dios) y Basilisa (Reina) varios siglos antes de reconocerse en el Concilio de Éfeso (431). Ya en unas pinturas de las Catacumbas de Priscila, una Adoración de los Magos del siglo II, podemos ver a la Madre de Jesús entronizada y con corona real.

La franja central que recorre horizontalmente el canasto lleva inscrita en relieve las primeras frases de la oración mas antigua dirigida a la Virgen María, trazada en latín y en griego para resaltar su origen. Se trata de un antiguo tropario o himno bizantino que se descubrió en unos papiros cerca de la antigua ciudad egipcia de Oxirrico. Lo sorprendente es que se trata de una oración que seguimos rezando hoy en día, incluida en el rito romano por lo menos desde el Liber Responsalis atribuido a San Gregorio Magno y de la que hizo una bellísima versión musical el genio de Wolfang Amadeus Mozart.

El texto original está en griego clásico y su versión latina dice así:

Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix
Nostrs deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
!oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Resaltar también el término "Virgen, gloriosa y bendita" milenios antes de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María.

Para la ornamentación de la corona hemos buscado ejemplos en Santa Sofia de Estambul, San Vital de Rávena y otras iglesias bizantinas, de los que también el arte islámico tomó como referencia y desarrolló en diversos espacios arquitectónicos. Esta decoración arranca del centro de los imperiales a modo de "árbol de la vida" y se va desarrollando por todo el resplandor y los espacios entre la ráfaga. En el centro, bajo la cruz oriental coronada y con el alfa y el omega correspondientes, hemos diseñado unos ángeles portando el emblema mariano por excelencia inspirados en un relieve conservado en el Museo Arqueológico de Estambul. Doce estrellas con centro de topacio azul y puntas con perlas circundan el resplandor.

El canasto, sobre bocel cincelado con la misma ornamentación del resto, lo conforma una banda de decoración en mosaico con incrustaciones, la banda de texto referida antes y rematada por una crestería de azucenas exentas con semilleros de perla.

Toda la presea de plata con terminaciones en dorado y en su color está enriquecida con circonita blanca, topacios azules, perlas y lapislázuli natural.